Todos los días podemos hacer algo que nos ayude a vivir mejor: cuidar el cuerpo y la salud, organizar mejor nuestro tiempo, estar más felices en el trabajo y con nuestros hijos, tener la casa más ordenada...


lunes, 1 de junio de 2009

Saber decir que no



¿Qué es lo que recibe la mayor parte de tu atención, tu tiempo y tu energía? ¿Tu pareja? ¿Tus hijos? ¿Tu trabajo?
Un amigo mío contó que una vez que avisó a un compañero de básquet de todas las semanas que por cuestiones de trabajo tenía que faltar. Su compañero le dio una gran enseñanza: “vos sabés cuáles son tus prioridades” le dijo. Esa frase puede sonar muy extraña a una persona en cuyo esquema mental el trabajo está primero y luego todo lo demás – si hay tiempo -. Pero para este amigo mío resultó algo así como una revelación sobre las prioridades y sobre la libertad de elegir cuáles son las prioridades.
Todos tenemos una cantidad finita de energía, tiempo y recursos. Muchos de nosotros los desaprovechamos sin darnos cuenta en llamados telefónicos evitables, en Internet – incluyendo el vicio de las redes sociales-, e-mails sin importancia, televisión, eventos a los que vamos por compromiso y un largo etcétera. Estas actividades no solo nos hacen ser menos productivos, sino que – teniendo en cuenta que tenemos un solo cuerpo y un día de 24 horas - hacen que dejemos de hacer cosas que realmente nos cargan las pilas, como estar con nuestros amigos, hacer deportes, disfrutar de nuestros hijos o conectarnos con nuestra pareja.
¿Pensaste alguna vez cuáles son tus prioridades principales actualmente? ¿Y qué tal si te propusieras repensarlas y redactar una nueva lista de prioridades para este año? Es importante tenerlas bien en claro, porque a la hora de aceptar un nuevo trabajo, un nuevo compromiso que no nos interesa o una reunión a la que no tenemos por qué asistir tenemos que tener en cuenta que ese tiempo se resta de nuestras prioridades y disminuye nuestro bienestar personal y/o familiar.
Volviendo a lo que decía en la publicación anterior, las mujeres estamos programadas para ser altruistas, poner siempre a los demás primero que nosotras y una de las cosas que más nos cuesta es saber decir que no. A veces porque tenemos miedo de la reacción o de la opinión del otro o porque sentimos que no estamos siendo amables.
Veamos algunas formas de decir que no, como para ir practicando. Esta lista es una adaptación de una que aparece en Work less, make more, de Jennifer White.
http://www.worklessmakemore.com/

1. No, gracias.
2. No (a secas, a veces vale la pena)
3. No (con amabilidad). Realmente te agradezco que hayas pensado en mí para esto, pero estoy muy ocupada.
4. No puedo (sin mayores explicaciones)
5. No puedo (con explicación de prioridad personal) Me prometí no asumir más compromisos hasta terminar con algo importante que tengo pendiente.
6. No puedo (con una explicación familiar). Me encantaría, pero tengo que ir a matronatación con mi hijo, y es el momento de la semana que menos me perdería.
7. No (y te doy una solución). Yo no puedo, pero conozco una persona que te podría venir bien.
8. No puedo, tengo un compromiso ese día (y no hacen falta más detalles sobre el compromiso)
9. No, eso no lo puedo hacer. Te explico en qué cosas sí te puedo ayudar…
10. Por ahora no, dejame pensarlo (sin cerrar la puerta, pero sin abrirla cuando no queremos hacerlo)

Es importante saber aplicar el no para manejar nuestra energía de manera efectiva. Y, al revés, en vez de ser nosotras las que respondemos siempre, tenemos que aprender a pedir ayuda de forma efectiva. Pero eso es para otro día.

viernes, 29 de mayo de 2009

Presentación Organización para profesionales

A pedido de los que asistieron al curso que di ayer en la Universidad de Palermo sobre Organización para profesionales, subo la presentación.
Los que no estuvieron pueden verla. Piensen que fue un taller que duró 3 horas, no es tanto para leer como para pensar y escribir.
http://www.mksur.com/opendc.zip

martes, 26 de mayo de 2009

Sacate el pañal de la cabeza


Hoy escuché esta frase en un encuentro de Administración de dinero para mujeres en el que participé y me pareció muy reveladora.


Tener un bebé es una actividad que podría ocuparnos el día entero – y más -. De acuerdo a los tiempos y profesiones de cada una, una vez que el bebé está criado siguen cayendo más obligaciones tanto desde lo profesional como desde lo familiar. La vida ya no será igual a la que teníamos antes de tener un hijo. ¿Pero qué tan distinta será?

Cuando decidimos con nuestra pareja traer un hijo al mundo sabemos – o la realidad nos lo hace saber de un golpe – que ambos debemos ceder mucho, sobre todo los primeros años, para que ese hijo crezca. Si la decisión es tener más de un hijo, este tiempo naturalmente se hará más largo. Habrá que dejar de lado por un tiempo esas vacaciones con larguísimos viajes en auto o en avión, las salidas con amigos cualquier día y a cualquier hora, muchas salidas con tu pareja, etc. Pero subrayemos un par de palabras: dejar de lado algunas de estas actividades o proyectos por algunos años no es lo mismo que postergarse indefinidamente.
Yo propongo que las que somos madres administremos de la mejor manera posible nuestra energía. La idea es organizarnos, encontrar un nuevo equilibrio que nos deje conectarnos con algunos de aquellos deseos y proyectos que podamos concretar sin dejar de satisfacer las necesidades de nuestros hijos o de nuestras familias. En mi caso, por ejemplo, antes de que mi hijo más chico cumpliera un año, me di permiso para participar en una carrera de aventura, proyecto que fue una aventura en sí mismo.

Saquémonos el pañal de la cabeza por un rato. ¡Pero ojo! No lo vayamos a reemplazar por otro objeto que nos desequilibre y nos postergue, porque parece que somos expertas en eso. Como dice Marilén Stengel en su libro La mujer presente:

“… A las mujeres les tocó el mundo interno, el de la casa y de los afectos, y a
los varones el externo y el de la vida pública. Así ellas se volvieron expertas
en la lectura de las necesidades de otros y en las maneras de subsanarlas. Lo
hicieron muy bien a lo largo de los siglos, pero así como los hombres perdieron
mucho del contacto con el mundo interno a causa de esa división de roles, las
mujeres aprendieron a “olvidar” sus necesidades, a ningunear sus deseos, a
apagar parte de ese fuego sagrado que tiene que ver con sus pasiones y
vocaciones. Se volvieron expertas en el arte de aceptar ser las últimas en la
propia lista de prioridades, y toda mujer sabe que rara vez llega a ocuparse de
lo que se halla en el último renglón de dicha lista.”

lunes, 25 de mayo de 2009

Medí tu capacidad de organización

Preparando una presentación sobre organización para mi trabajo, encontré en Organizing Plain & Simple un un test que mide el coeficiente de organización y le hice un par de adaptaciones. Es así: se califica de 1 a 4 la respuesta a cada uno de los siguientes enunciados, siendo


1= Casi nunca
2= A veces
3= A menudo
4= Casi siempre



Aquí van los enunciados:
1. Me canso de solo pensar el trabajo que me va a dar organizarme
2. Mis compañeros de trabajo piensan que soy desorganizado
3. La falta de tiempo y espacio impiden que sea más organizado
4. Me gustaría ser más organizado
5. Paso un tiempo significativo buscando cosas perdidas
6. Soy desorganizado
7. Acumulo correo hasta que tengo el tiempo para ocuparme de eso
8. Me resulta difícil tener en equilibrio la cuenta del banco
9. Cuando el desorden me supera en mi casa o en la oficina, me voy
10. Si alguien viene inesperadamente, trato de evitar que entre
11. Me olvido de citas importantes
12. No agendo bien los cumpleaños y otros eventos
13. Siento que logré poco al final de un día normal
14. El éxito equivale a estar ocupado
15. Me siento presionado por tres fuerzas distintas al mismo tiempo
16. Uso los últimos vencimientos para pagar las cuentas
17. Guardo objetos que creo que van a servirme algún día
18. Me siento culpable cuando tiro cosas
19. Dejo objetos a la vista para recordarme que tengo algo pendiente
20. No tengo tiempo para mí mismo
21. Me pregunto para qué preocuparme por el desorden si rápidamente todo se vuelve a desordenar
22. No puedo soportar la idea de desprenderme de algo mío
23. Tengo miedo de abrir uno o más armarios
24. Arrastro deuda en la tarjeta de crédito
25. Pago siempre con cheque



¿Listo? Ahora los resultados
81 a 100. Tenés mucho camino que recorrer para organizar tu tiempo, tu espacio. Hoy es el día para empezar a cambiar.
61 a 80. Probablemente no te consideres desorganizado, pero estás sufriendo el stress de la desorganización. No hay razón para no cambiar el rumbo.
41 a 60. Aunque sos organizado, es probable que estés sintiéndote con más problemas para organizarte que lo normal. Puede ser transitorio y tratarse de una adaptación a un cambio en tu vida: trabajo, mudanza, hijos, etc. Retomar tus habilidades de organización te va a venir bien.
25 a 40. Tus habilidades para la organización son excelentes. Se diría que tenés un nivel casi profesional de la organización.

viernes, 22 de mayo de 2009

No solo los perfeccionistas dejan las cosas para más adelante

Hablando de los perfeccionistas que dejan las cosas para más tarde, me pareció interesante la clasificación de 6 tipos de “procrastinators” que encontré en este sitio http://www.orgcoach.net/overcomeprocrastination.html (en inglés). Sintetizo:

Estilo #1. Perfeccionista. Se niega a comenzar o terminar una tarea porque no quiere nada que no sea perfecto.

Estilo #2. Soñador. No le gustan los detalles. Esto hace que las ideas sean difíciles de implementar.

Estilo #3. Preocupado. Tiene una excesiva necesidad de seguridad, lo que le hace temer el riesgo. Tiene miedo a los cambios, lo que lo lleva a evitar terminar proyectos para no tener que abandonar el confort de lo conocido.

Estilo #4. Desafiante. Rebelde, busca evadirse de las reglas. Al dejar cosas para más adelante está estableciendo su propia agenda, una que nadie puede predecir o controlar.

Estilo #5. Amigo de las crisis. Adicto a la adrenalina. Está siempre al límite. El tiempo lo corre.

Estilo #6. Sobreexigido. Dice que sí a todo porque no quiere o no puede tomar decisiones y establecer prioridades. Candidato número uno al “burnout”.

Confieso que la tipología me pareció mucho más interesante que los consejos. Pero vale la pena tomar un par de ellos: llevarse bien con la agenda y sacarse de encima pronto las cosas que no nos gustan pero indefectiblemente hay que hacer.

martes, 19 de mayo de 2009

Salir de la inercia y empezar a ordenar

Muchas veces me vi a mí misma posponiendo actividades de organización de la casa por días y hasta semanas. Siempre aparecía algo que parecía tener mayor prioridad.
En el libro Organizing plain & simple, Donna Smallin propone que ordenar es un proceso de cambio, que conlleva sufrimiento por diversas razones: tirar cosas, pensar que una casa “perfecta” no es una casa viva o volver a intentar ordenar algo que ya se nos desordenó por décima vez. A continuación plantea un plan muy sencillo. Algo aproximadamente así:
Qué quiero
• Organizar mis placards para poder vestirme más rápido a la mañana
• Desarrollar un sistema para pagar mis cuentas antes de que venzan
• Encontrar el tiempo para poder hacer gimnasia
• Limpiar el garage
Para cuándo
En 1 mes
Qué puedo hacer
Destinar dos horas por semana, martes y jueves de 7 a 8 pm

Creo que con ese tiempo disponible, lo único que puede hacer una persona es ponerse a diseñar sistemas de organización (si es que no está gestionando la cena, el baño o las tareas de los chicos en ese horario loco). Porque lo que es cumplir esos objetivos en 8 horas dispersas en un mes... Veamos:
• Es absolutamente posible diseñar en ese tiempo un sistema para que las facturas que llegan a la casa no se traspapelen. Todo se deposita en un único lugar y se designa a una persona en la casa que se ocupe de pagar las cuentas. Esa persona revisa la pila de manera periódica. Puede pagar por Internet o poner cuentas en débito automático.
• Para empezar con una rutina de actividad física, debería dedicar varias de esas horas mensuales a buscar, encontrar y probar una opción de actividad que realmente le sirva y que pueda mantener en el tiempo. Personalmente recomiendo actividades grupales y que requieran algún grado de compromiso, como por ejemplo trotar con alguien o jugar un deporte en pareja o en equipo. Una vez que se encuentre la actividad, lo más probable es que no ocurra exactamente en ese horario tan acotado.
• Ordenar un espacio (ya sea un placard o un garaje) implica algunas actividades que llevan un tiempo importante: limpiar, clasificar, tirar o donar cosas. Eso es lo obvio. Pero también hay que tomar medidas para luego colocar cajas, estantes y accesorios para guardar y colgar cosas que sean adecuados al espacio disponible. Finalmente, hay que hacer una excursión a un par de lugares para encontrar estos accesorios. Y, aunque Easy es de gran utilidad, no todo está allí.
Quizás hoy estoy pesimista, pero una persona con tan poco tiempo disponible y esos objetivos, lo más seguro es que caiga de nuevo en la angustia del desordenado que quiere ordenar. Eso sí, no tiene excusa si se le vencen las cuentas.