Todos los días podemos hacer algo que nos ayude a vivir mejor: cuidar el cuerpo y la salud, organizar mejor nuestro tiempo, estar más felices en el trabajo y con nuestros hijos, tener la casa más ordenada...


martes, 26 de mayo de 2009

Sacate el pañal de la cabeza


Hoy escuché esta frase en un encuentro de Administración de dinero para mujeres en el que participé y me pareció muy reveladora.


Tener un bebé es una actividad que podría ocuparnos el día entero – y más -. De acuerdo a los tiempos y profesiones de cada una, una vez que el bebé está criado siguen cayendo más obligaciones tanto desde lo profesional como desde lo familiar. La vida ya no será igual a la que teníamos antes de tener un hijo. ¿Pero qué tan distinta será?

Cuando decidimos con nuestra pareja traer un hijo al mundo sabemos – o la realidad nos lo hace saber de un golpe – que ambos debemos ceder mucho, sobre todo los primeros años, para que ese hijo crezca. Si la decisión es tener más de un hijo, este tiempo naturalmente se hará más largo. Habrá que dejar de lado por un tiempo esas vacaciones con larguísimos viajes en auto o en avión, las salidas con amigos cualquier día y a cualquier hora, muchas salidas con tu pareja, etc. Pero subrayemos un par de palabras: dejar de lado algunas de estas actividades o proyectos por algunos años no es lo mismo que postergarse indefinidamente.
Yo propongo que las que somos madres administremos de la mejor manera posible nuestra energía. La idea es organizarnos, encontrar un nuevo equilibrio que nos deje conectarnos con algunos de aquellos deseos y proyectos que podamos concretar sin dejar de satisfacer las necesidades de nuestros hijos o de nuestras familias. En mi caso, por ejemplo, antes de que mi hijo más chico cumpliera un año, me di permiso para participar en una carrera de aventura, proyecto que fue una aventura en sí mismo.

Saquémonos el pañal de la cabeza por un rato. ¡Pero ojo! No lo vayamos a reemplazar por otro objeto que nos desequilibre y nos postergue, porque parece que somos expertas en eso. Como dice Marilén Stengel en su libro La mujer presente:

“… A las mujeres les tocó el mundo interno, el de la casa y de los afectos, y a
los varones el externo y el de la vida pública. Así ellas se volvieron expertas
en la lectura de las necesidades de otros y en las maneras de subsanarlas. Lo
hicieron muy bien a lo largo de los siglos, pero así como los hombres perdieron
mucho del contacto con el mundo interno a causa de esa división de roles, las
mujeres aprendieron a “olvidar” sus necesidades, a ningunear sus deseos, a
apagar parte de ese fuego sagrado que tiene que ver con sus pasiones y
vocaciones. Se volvieron expertas en el arte de aceptar ser las últimas en la
propia lista de prioridades, y toda mujer sabe que rara vez llega a ocuparse de
lo que se halla en el último renglón de dicha lista.”