Por segunda vez en esta semana me lavé los dientes con el cepillo de dientes de mi marido, que es de color lila y de la misma marca que el mío, que es rojo.
Hay que considerar que uno se lava los dientes en estado de automatismo. Por lo tanto, lila=mujer.
Por eso, a partir de ahora, velaré porque sus cepillos sean azules, celestes o a lo sumo verdes. Es nada más ni nada menos que una convención, pero no hay nada mejor que las convenciones cuando uno está más dormido que despierto.
Todos los días podemos hacer algo que nos ayude a vivir mejor: cuidar el cuerpo y la salud, organizar mejor nuestro tiempo, estar más felices en el trabajo y con nuestros hijos, tener la casa más ordenada...
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1 comentario:
Buen punto. Para esas cosas hay que generar pequeños protocolos de trabajo. En casa, siguiendo ese criterio, me he apropiado del color celeste, y he dejado el rosa -una concesión al tradicionalismo- para mi esposa. Y los niños han ido recibiendo los demás colores. Pero siempre es conveniente tener en cuenta que la diversidad, en esto, ordena.
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